Necesitamos películas como estas. Películas que toman temas sensibles y los abordan sin complejos. Que optan por que la sonrisa permanezca en el rostro del espectador cuando la situación de partida de los personajes principales no podría ser más dramática. Al ver el cartel de 'Intocable', sólo las ganas de vivir que transmiten los personajes nos darán una pista sobre el tono vitalista de la cinta totalmente alejado de tentaciones que nos puedan llevar mar adentro.
No, esta vez nos quedamos en la costa y disfrutando. Pero eso no es lo más importante.
Esto no sería más que un voluntarista intento si la propuesta no hubiera sido dotada de algo más. La dirección de Olivier Nakache y Eric Toledano es correcta, sí, pero tampoco es lo más importante.
No, la clave está en los personajes. En una magnífica composición de los personajes.
Si hay una forma de calificar a 'Intocable' no es la de 'una película de personajes' o de actores. Eso sería quedarse corto en un film en el que los personajes y la película están absolutamente fusionados. Los personajes aquí lo son todo: Son la trama, son el espectador, son el guión, son la dirección, son el tono, son la iluminación, son el mensaje. Lo son todo, todo pasa por ellos.
Y son espléndidos, y están perfectamente interpretados. Tienen química entre ambos, te ríes, te mezclas en sus vivencias. Ello es producto, insisto, de eso tan difícil que es la construcción de personajes. Una construcción que empieza por una buena idea, que continua por un buen guión, que se desarrolla por unos buenos diálogos, y que requiere para darle la chispa vital de dos actores como François Cruzet -que dota de contención y al mismo tiempo de ternura a un papel extraordinariamente difícil- y del multipremiado (merecidamente) Omar Sy, que dota de descaro, simpatía y vitalidad a un personaje que debe ser abordado desde el talento más natural e instintivo y que llena hasta desbordar la pantalla.
Sin esa arquitectura exenta de artificios que distraigan al espectador, 'Intocable' no hubiera funcionado. Gracias a ese logro, se ha convertido en ese chorro de agua fresca que se hacía urgente en nuestros labios resecos y anhelantes de positivismo.
No, esta vez nos quedamos en la costa y disfrutando. Pero eso no es lo más importante.
Esto no sería más que un voluntarista intento si la propuesta no hubiera sido dotada de algo más. La dirección de Olivier Nakache y Eric Toledano es correcta, sí, pero tampoco es lo más importante.
No, la clave está en los personajes. En una magnífica composición de los personajes.
Si hay una forma de calificar a 'Intocable' no es la de 'una película de personajes' o de actores. Eso sería quedarse corto en un film en el que los personajes y la película están absolutamente fusionados. Los personajes aquí lo son todo: Son la trama, son el espectador, son el guión, son la dirección, son el tono, son la iluminación, son el mensaje. Lo son todo, todo pasa por ellos.
Y son espléndidos, y están perfectamente interpretados. Tienen química entre ambos, te ríes, te mezclas en sus vivencias. Ello es producto, insisto, de eso tan difícil que es la construcción de personajes. Una construcción que empieza por una buena idea, que continua por un buen guión, que se desarrolla por unos buenos diálogos, y que requiere para darle la chispa vital de dos actores como François Cruzet -que dota de contención y al mismo tiempo de ternura a un papel extraordinariamente difícil- y del multipremiado (merecidamente) Omar Sy, que dota de descaro, simpatía y vitalidad a un personaje que debe ser abordado desde el talento más natural e instintivo y que llena hasta desbordar la pantalla.
Sin esa arquitectura exenta de artificios que distraigan al espectador, 'Intocable' no hubiera funcionado. Gracias a ese logro, se ha convertido en ese chorro de agua fresca que se hacía urgente en nuestros labios resecos y anhelantes de positivismo.
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